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La fiesta afroamericana se convirtió pronto en cultura de los pobres urbanos. “Lo que ocurría en el Bronx ocurría una semana más tarde en Roosevelt, Long Island, como un eco”, me contó Chuck D, nativo de Roosevelt. Eran guetos de minorías raciales que en la era posterior a la derogación teórica de la segregación se mantenían aparte y en la miseria. “La música era un salvavidas" –recordó Chuck D–. En su puesto de trabajo en el supermercado, la gente decía I gotta have my music mientras hago este trabajo de mierda.” Pero el hip hop existía, exclusivamente, como fiesta, encuentro, happening: “en vivo”. Si alguien le hubiera dicho al que sería Chuck D, cuando era niño, que alguien iba a sacar un disco de hip hop, él hubiera respondido (dirá Chuck D en Harvard): –No se puede meter un circo en un disco. Pero a fines de los setenta DJs y raperos comenzaban a formar sus bandas, y los productores de discos para consumo de las comunidades negra y latina decidieron grabarlos. Chuck D aún puede ubicar el momento exacto en que el hip hop dio ese salto de comunión colectiva a género musical. Los juegos de los DJs, que cambiaban abruptamente el ritmo en medio del baile, intimidaban a las chicas, que se negaban a bailar. Sólo quedaba cantar. Como otros, Chuck D hizo fila para tomar el micrófono. Cuando le tocó el turno y comenzó a mover los labios, el DJ, en lugar de la música de fondo acostumbrada, hizo sonar “Rapper’s Delight”, el primer tema cantado de rap grabado, obra de The Sugarhill Gang. Era tan inaudito, que todos pensaron que era Chuck D quien cantaba y no una grabación. “La gente creía que me había cambiado la voz.” Surgieron las primeras canciones de autor. El hip hop se asumió como género artístico, con sus reglas y medidas, lo que permitió el ingreso de artistas ajenos a sus comunidades de origen –hasta la rubia Blondie compuso algunos temas. Producto de esta nueva autoconciencia artística, Rakim, considerado uno de los grandes poetas del género, escribió: I start to think and then I sink/ into the paper like I was ink/ When I’m writing, I’m trapped in between the lines (“Empiezo a pensar y me hundo/ en el papel como si fuera tinta/ Cuando escribo, quedo atrapado entre líneas”). Sin embargo, aun convertido en género, el hip hop mantenía un vínculo orgánico con el mundo del que provenía, reforzado por el contexto. Eran los años de Ronald Reagan y el neoconservadurismo: las comunidades negras y latinas sufrían la pobreza, las drogas y el crimen. “Crecerás en el gueto viviendo una vida de segunda/ y tus ojos cantarán una canción llamada odio profundo”, cantaban el Grand Master Flash and the Furious Five, en 1982: “Don’t push me ‘cuz I’m close to the edge/ I’m trying not to lose my head/ Uh huh ha ha ha/ It’s like a jungle sometimes/ It makes me wonder how I keep from goin’ under” (“No me empujes porque estoy cerca del borde/ Estoy tratando de no perder la cabeza/ A veces es como una jungla/ Me hace preguntarme cómo evitar hundirme”). Sería Public Enemy, la banda que llamaría a combatir el poder (“Fight the Power”), el gran grupo de rap político, que incorporaría fragmentos de discursos de Martin Luther King, Malcolm X, Jesse Jackson y Louis Farrakhan. Public Enemy hablaba sobre casi todo: sexo, raza, religión, filosofía, política, el mundo del espectáculo. Los críticos llamaron a su líder, Chuck D, “el mayor compositor de canciones desde Bob Dylan” y compararon sus discos con los de los Beatles. Como género, el hip hop se extendió a un público nacional, aunque todavía minoritario. A comienzos de los ochenta, las revistas especializadas de la cultura mainstream estimaban que, como la música disco, se consumiría muy pronto. Pero para el final de la década, dos acontecimientos proyectarían el fenómeno hacia el mercado masivo. La banda de hip hop Run DMC grabó una reedición de una canción de la banda de rock Aerosmith, ganó con ella un premio Grammy y apareció en la flamante cadena de cable MTV. La segunda fue la inclusión de un tema de Public Enemy en la película Haz lo correcto, de Spike Lee. Tras ellos, el hip hop se convirtió en la gran presa de la industria cultural. Naturalmente, el siguiente paso fue cruzar a la costa Oeste, donde la industria del espectáculo tiene sede. Allí, el marketing convirtió en estereotipo cultural aquello que el hip hop político había denunciado: el crimen y la violencia en las comunidades afroamericanas y latinas. Surgió así el gangsta rap. Dos de sus representantes emblemáticos fueron Tupac Shakur y Big (también conocido como The Notorious B.I.G.). Shakur y Big se enredaron en una pelea que se expresó en sus canciones. Shakur sugirió el motivo : “You claim to be a player/ but I fucked your wife” (“Dices que eres un jugador/ pero yo me cogí a tu esposa”). En 1996, luego de otras balaceras de las que había salido con vida, Shakur fue asesinado. Big negó haber participado en el primer intento, de 1994, pero acto seguido alardeó en la canción “Who Shot Ya” (Quién te disparó): “Fuckin with b.i.g. it aint safe/ I make your skin chafe, rashes on the masses/ Bumps and bruises, blunts and landcruisers/ Big poppa smash fools, bash fools/ Niggaz mad because I know that cash rules/ Everything around me, two glock nines” (“Chingar a b.i.g no es seguro/ Te irrito la piel, erupciones en las masas/ Hinchazón y moretones, bachas y todoterrenos/ Big poppa golpea a los tontos, noquea a los tontos/ Los negros enloquecen porque sé que el dinero rige/ Todo lo que me rodea, dos Glock nueve”). Big fue asesinado seis meses más tarde (ninguno de los crímenes fue esclarecido). Enseguida salió a la venta su último disco, donde cantaba: “No eres nadie hasta que alguien te mata.” La celebridad era ahora, a cualquier costo, la meta del nuevo hip hop, un negocio billonario y global. Según datos de 2006, Diddy (antes Puff Daddy, o P. Diddy, o Sean John, o Puff, o Puffy) es uno de los hombres más ricos de la industria del entretenimiento: tras invertir en televisión y cadenas de ropa, acumuló 346 millones de dólares. Uno de sus competidores, 50 Cent, que invirtió en la marca de aguas Vitamin Water, reportó una ganancia de 150 millones de dólares en 2008. Para entonces, en palabras de Henry Louis Gates, Jr., director del Instituto W.E.B. Du Bois de Estudios Africanos y Afroamericanos de Harvard, el hip hop ya era “la lengua franca de la cultura americana”. Millones de jóvenes blancos de clase media y alta escuchaban hip hop, se vestían con ropa varias tallas demasiado grande, hablaban el slang de los afroamericanos e imitaban sus movimientos. Surgió una industria del merchandising, y el hip hop se utilizó para vender camisetas, zapatillas, sodas, coches. Las estrellas del hip hop se unían a las estrellas Hollywood, como cuando Puff Daddy se convirtió en la pareja de Jennifer Lopez. MTV llevaba el hip hop a todos los rincones del mundo, y se alimentaba de lo que esa resonancia producía, un nuevo hip hop global. Habiendo acumulado fortuna, al hip hop sólo le faltaba el prestigio.
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