En la literatura mexicana actual existe una angustiosa nece(si)dad por retratar la realidad a fuerza de mantener el televisor encendido, los periódicos abiertos y la computadora conectada a internet. Los textos resultantes, al final, convergen en lugares aderezados con crímenes que se tiñen con sangre anónima y se aromatizan con la fragancia del dinero, mismo que sirve para patrocinar compadrazgos que hacen de la violencia vulgar una “cultura alternativa” que suele ser aplaudida por intelectuales recalcitrantes. En el extremo opuesto, los que arguyen que las nuevas tendencias literarias buscan tejer apologías de la podredumbre humana, se inclinan por matizar la realidad con edulcorantes eufemísticos que también suelen ser celebrados por los críticos literarios. Bajo estas dos visiones se puede pensar que en las corrientes literarias actuales no hay posibilidad para encontrar los puntos de equilibrio.
Afortunadamente, en las periferias de la ciudad, donde la violencia se vive y la sangre se huele, el eufemismo puede anularse para dar paso a un tipo de poesía peculiar. No se trata de viejos que viven bajo la sombra de la amargura, ni de jóvenes que se cubren con las chaquetas oscuras del cliché contracultural: son simplemente poetas contraculturales, netos, sin edad, que gustan de dictarse a sí mismos; son roqueros, son culeros, son mordaces y sarcásticos; son los poetas mordaces y lúgubres de la colección de poesía DESTOS DEME DOS Poesía de la era del vacío, en la que igual converge el sutil tacto femenino como el más puro guarrismo machín o viceversa, porque en esta colección las mujeres tienen un papel fundamental.EL COMIENZO
Conocí a R. Israel Miranda Salas hace casi diez años en el Zócalo, justo frente a Catedral. Por aquellos días todavía era un monaguillo con la cualidad de oficiar como sumo sacerdote en el arte del diseño gráfico y los choros mareadores. Su verborrea me sirvió entonces para adquirir cierta afición por las ediciones independientes en las que solía derrochar los pocos pesos que ahorraba. Israel resultó buen guía, ahora lo sé.
Ya entonces se le notaba la urgencia por moverse, por levantar el vuelo a costa de lo que fuera y como fuera, siguiendo sus propios cánones. Lo hizo convencido que para ello sería menester dejar varias “narices listas para el quirófano”, que perdería varios amigos y que tendría que comenzar de cero, de donde parten los culeros para sobrevivir.
Se me perdió algunos años, dos o tres, en los que su ausencia significó una pregunta recurrente entre quienes lo conocían y cuyas respuestas eran un desconocimiento total. Pero una buena tarde lo reencontré con tres coloridos libros en la mano, con la misma verborrea, el ánimo en plan de vuelo y esa capacidad histriónica que me sacudió de inmediato y me hizo adquirir los tres libros a precio de seis (aunque él juró que eran al tres por uno). No me arrepentí. Altavoz (José Luis Gutiérrez Rocha) abre magistralmente la colección con una poesía visual difícil de encontrar porque los textos no son completamente caligramas pero la formación tipográfica logra un efecto placentero para leer; Polaroids (R. Israel Miranda) y Kronos (Mónica Gameros) comenzaron, sin saberlo, a abrir un nuevo espacio en mi biblioteca personal debido a las cualidades que cada uno de los títulos posee para representar un mundo que es el actual pero que no intenta forzar con calzador lo que es evidente, situación que resulta un imán en los lectores.
LOS INCAUTOS
Los tres primeros títulos de la colección abrieron bien la vereda para publicar Arbotantes & pesadillas (Gerardo Meneses), la Antología Romanhilista y Palabras de sabiduría, único ejemplar de narrativa dentro de la colección que, como el hijo bastardo que es, curiosamente posee el carisma necesario para incomodar a Miranda.
Vinieron posteriormente Caida libre (Gameros), el maravilloso Ozyko (Marco Fonz), Medusas, cantos & sortilegios, una antología dirigida por Mónica Gameros cuya cualidad es reunir exclusivamente a mujeres con estilos diferentes, dándole un tacto peculiar al resto de la colección acaparada por hombres; y El monstruo de arriba de la cama (Miranda), libro-soundtrack que construye un puente generacional no sólo por su poesía descriptiva sino porque los títulos de cada poema son canciones de la banda sonora de vida del escritor. Con estos primeros diez títulos parecía que la colección cerraba magistralmente un ciclo, pero siendo Israel Miranda y Mónica Gameros visionarios de los problemas y unos aferrados a sus caprichos, continuaron publicando gracias a nuevos incautos que depositaron sus textos en la habilidad de los editores.
Certera fue la decisión de publicar Estación fin del tiempo (Gameros), la tercera antología Minotauro & el séptimo círculo, el doloroso Tarareos de abandono (Mauricio Ramírez Pacheco), Golpeándome la cabeza (Edgar Artaud Jarry) y Pata de perro (Oscar Altamirano).
POR TODAS LAS CANICAS… Y LAS CERVEZAS TAMBIÉN
Lo he mencionado antes y lo reafirmo en esta ocasión: R. Israel Miranda Salas es un tipo complicado y un necio al que no todos pueden acceder; habla directo y pocas veces suele alardear de lo que no aspira ser. La colección DESTOS DEME DOS es un reflejo de su camaleónica personalidad pues la unión de todos los títulos se constituye como un claroscuro en que el resulta grato perderse.
Si hasta el número quince la colección parecía haber dado todo su potencial, el décimo sexto libro sorprendió porque tuvo el tino de elegir a un escritor maduro cuidadoso de su oficio: Ramón Méndez Estrada, que con La edad dorada logra reencausar el equilibrio de los madrazos que a la cara estaban tirando los títulos anteriores. Por si fuera poco, la publicación de La aborrecida escuela (Meneses), reafirma que Miranda y Gameros no temen meterse en honduras. Este texto tiene la peculiaridad de describir a la escuela como sólo un pedagogo, un roquero y un poeta pueden hacerlo a través de la misma pluma.
Ideas para volar (Gameros) levanta la energía nuevamente con destellos multicolor que sólo pueden percibirse al leer cada página. Crónicas de virilidad (Tulio Chavarría) y Muro de Silencio (Miranda) cierran el segundo ciclo de forma magistral mostrando no sólo la habilidad literaria de sus autores sino también lo mordaces que pueden ser en cada una de sus composiciones.
PARA CONTINUAR
Cobijados por su convicción a continuar sólo por el hecho de hacerlo, la colección cumple cinco años, cosa que nadie se imaginó no sólo por las condiciones tan complejas para hacer literatura (y más aún poesía) en este país de telenovelas y chismes. Miranda y Gameros no se miden pero tampoco alucinan. Su mirada está puesta únicamente en su capacidad creativa y esa verborrea que les ayuda a detonar el ánimo en aquellos que tienen ganas de publicar sin importar que no sea en los sellos importantes. Por lo anterior, su trabajo como editores ha sido cimentado con fuerza y de ellos depende continuarlo. Para festejar este primer lustro, la colección da a conocer dos nuevos títulos más: Salida de emergencia (Pacheco) y Estallido (Gameros). Y para enmarcar los festejos están próximos a publicarse: Ágata (Jorge Meneses) Tzompantli désta selva cotidiana (Jaime Coello), Chirona, historias de prisión (Oscar Altamirano), Porno para perdedores y otros sucios hábitos (Miranda) y Corazón autista (Gerardo Meneses).
CINCO AÑOS
Así como muchos escritores buscan lustrar su nombre con el respaldo de las grandes editoriales, ganar premios y consolidar sus carreras literarias con becas, existen otros cuyo ánimo por escribir permanece latente sin condicionar sus vidas a las dádivas y el renombre. Esta es la constante de quienes han formado esta colección de poesía. Si en otros lados ya se están fraguando los grupúsculos que darán paso a las “pinches nuevas generaciones de divas literarias” –como las bautizó el editor de Palabras Malditas–, para Israel Miranda y Mónica Gameros el único temor es que al destapar su cerveza o forjar un toque aparezcan más poetas de esos de corte eufemístico.
Si Gerardo Meneses Díaz definió perfecto El monstruo de arriba de la cama con un sonoro: “Este libro es un revólver: ¡Arriba los sueños!”, para la colección DESTOS DEME DOS Poesía de la era del vacío bien puede aplicar: aquí hay un arsenal, destapen las cervezas. ¡Salud!
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