"Lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infraordinario, el ruido de fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo describirlo?"
La respuesta que da Georges Perec a esta cuestión es así de simple: “interrogar a lo habitual”. Es decir, fijarnos en todo aquello que, debido a la cotidianidad, hace mucho tiempo que dejó de sorprendernos. Cosas pequeñas, insignificantes, tan sutiles que rara vez les concedemos atención. No interesan los grandes titulares de los periódicos, esas noticias que todos vociferan por igual, sino el día a día que se calla. Lo infraordinario.
Para Italo Calvino, Perec fue una de las personalidades literarias más singulares del mundo, al punto de que no se parece a nadie en absoluto, muestra de lo cual es prácticamente cualquier texto de su autoría. En ‘Notas sobre lo que busco’ Perec señaló los que eran los cuatro polos de su escritura: “el mundo que me rodea, mi propia historia, el lenguaje, la ficción”. Queda patente en su primera novela, ‘Las cosas’, en su obra cumbre, ‘La vida, instrucciones de uso’ y, de forma clara, también en ‘Lo infraordinario’. El recuerdo y la enumeración de objetos, datos, cosas, conforman la historia de sus personajes y del propio autor. A medias entre realidad y ficción, entre juegos de palabras y hondas reflexiones es el modo por el que Perec se expresa y construye.
Como un diario sin orden, como un cajón lleno de anotaciones de café, como, en suma, pequeños destellos del Perec humano y literario, la editorial Impedimenta nos presenta por primera vez en español distintos textos que fueron publicados en diversos medios, con introducción de Guadalupe Nettel y valiente traducción de Mercedes Cebrián.
"Me importa mucho que parezcan triviales e insignificantes: es precisamente lo que las hace tan esenciales o más que muchas otras a través de las cuales tratamos en vano de captar nuestra verdad".
Porque nuestra vida, al fin y al cabo, no se erige sólo con grandes acontecimientos, sino sobre todo con un cúmulo de mínimos puntitos que están ahí, aunque parezcan invisibles. Para Proust fue una magdalena, y para otro puede ser el papel de una pared, un jersey viejo o una palabra. ¿Quién no se ha sorprendido al recordar, de repente y sin conexión conocida, una antigua costumbre, una risa concreta, una imagen infantil?
Son hechos infraordinarios pero que, en su momento, dijeron mucho de un espacio, de un lugar, de un estado de ánimo. Las ‘Doscientas cuarenta y tres postales de colores auténticos’ (dedicadas a Calvino, por cierto), poco más que resúmenes telegráficos de vacaciones; la detalladísima descripción de la Rue Vilin, más elocuente que cualquier calendario; la visión tan personal de Londres; la sorprendente ‘Tentativa de inventario de los alimentos líquidos y sólidos que engullí en el transcurso del año mil novecientos setenta y cuatro’, que me hizo darme cuenta de cuán aburrido es mi menú…. , o mi favorito, ‘El Santo de los Santos’, donde Perec realiza una ácida descripción del término “oficina”.
‘Lo infraordinario’ no debe leerse como una novela, ni un relato, ni una secuencia lógica de escritos, sino como pinceladas sueltas de una vida que se conforma de hechos minúsculos. Por este motivo no lo considero una lectura apropiada para quien desconoce a Perec, pero sí una muy sabrosa y gratificante para quien ya es adepto. Como los “almanaques” de Julio Cortázar (‘La vuelta al día en ochenta mundos’, ‘Último round’), ‘Lo infraordinario’ supone la guinda final, que todo lo articula, en el universo Pérec.
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