lunes, 7 de diciembre de 2009

EL CHOFER DE EINSTEIN



Se cuenta que cuando Albert Einstein empezaba a ser conocido por sus teorías científicas, con frecuencia era solicitado por las universidades para dar conferencias. Como no era buen conductor —aunque el coche le resultaba muy cómodo para desplazarse—, contrató a un chofer de taxi para que pasara por él. El chofer lo llevaba a la universidad en cuestión, escuchaba la conferencia y lo regresaba a su casa. Un día, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mismo una y otra vez. «Si quiere —le dijo el chofer—, lo puedo suplantar por una noche. He oído su conferencia tantas veces que puedo repetirla de memoria». Einstein le tomó la palabra y, antes de llegar al lugar de la cita, intercambiaron sus ropas: el chofer se despeinó y desaliñó, mientras Einstein se colocó el gorro, la casaca y se puso al volante. Cuando llegaron a la sala, como ninguno de los académicos presentes conocía en persona al científico, no se descubrió el engaño. El chofer expuso, de forma fluida, la conferencia que había escuchado tantas veces repetir a Einstein, mientras éste lo observaba desde la última fila con una gran sonrisa. Todo iba de maravilla, hasta que al final un profesor de la audiencia hizo una pregunta que, evidentemente, el chofer no sabía contestar. Por un instante titubeó pero, de pronto, tuvo un golpe de inspiración y respondió: «La pregunta que usted me hace es tan obvia y sencilla, que dejaré que mi chofer, quien se encuentra al final de la sala, se la responda». (Tomado de Algarabía Nº 63)

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