martes, 28 de febrero de 2012

Gonzalo Rojas



Poeta chileno nacido en Lebu, Arauco, en 1917.
Estudió Derecho y Literatura en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Fue profesor de Estética Literaria y Jefe del Departamento de Castellano en la Universidad de Concepción. Ejerció la docencia en Utah, EE.UU., Alemania y Venezuela. Organizó a partir de 1958 los famosos Congresos de Escritores en Concepción, reuniendo lo más selecto de la literatura latinoamericana. Fue diplomático en China y Cuba. Perteneció al grupo surrealista reunido en torno a la Revista Mandrágora, 1938 - 1943.
Recibió numerosos premios internacionales, entre los que se cuentan: Premio Sociedad de Escritores de Chile por «Poesía Inédita» 1946, Premio Reina Sofía de poesía de España, Premio Octavio Paz de México y José Hernández de Argentina, además del Premio Nacional de Literatura de Chile en 1992 y del Premio Cervantes de Literatura 2003.
Luego de una corta enfermedad, falleció el 25 de abril de 2011.


Descenso a los infiernos

Yo no descanso nunca. Yo no tengo reposo
porque me estoy haciendo y deshaciendo.
Soy la lengua incesante del mar que anuncia el éter y el abismo.

Mi palabra anda en boca de todos los amantes
que descuartizan su alma por los besos
para honrar con su llama la acción de la semilla.

¿Por qué veo a los hombres en catástrofe?
¿Por qué los veo presos
si siempre fueron libres, con las alas cortadas?

¿No soy hijo del hombre? ¿No soy parte del día?
¿No soy sobreviviente de otros ojos vaciados,
ojos que hace mil años se abrieron en el niño
que era mi propio cuerpo?

¿No heredarán mis ojos los hijos de mi canto
hasta hacerse otra vez un niño misterioso
que llorará ante el mar sin poder comprenderlo?

Me paseo furioso,
cortado en dos mitades milenarias,
como el gran mar que tiene dos cabezas erguidas
para mirar arriba y abajo la tormenta.

¿Dónde empieza y termina la pasión de mi cuerpo,
libre de la mentira? ¿Es mi sangre la estrella
del movimiento, sol de doble filo,
en que lo obscuro mata a lo confuso?

Me alimento de sangre.
Por eso estoy hundido,
en esa posición de quien perdió su centro,
la cabeza apoyada en mis rodillas,
como una criatura que vuelve a las entrañas
de millares de madres sucesivas,
buscando en esos bosques las raíces primeras,
mordido por serpientes y pájaros monstruosos,
nadando en la marea del instinto,
buscando lo que soy, como un gusano
doblado para verse.

¿Es la pasión la forma de mi conocimiento?
¿Son mis ojos las manchas
del aire? ¿O es el aire padre de la mentira?

El sol, todo este sol que me desvela al fondo de las últimas formas
con su estallido inexplicable,
me está poniendo ciego de mirar lo perdido.

Yo veo por mis actos mucho más que a través de mis visiones
que mi ceguera es parte de la total videncia,
cuya luz me fascina con sólo obscurecerme
debajo de esos soles ociosos y enredados
que componen los días de este mundo.

Mi obscuridad se sale de madre para ver
toda la relación entre el ser y la nada,
no para hacer saltar el horizonte,
ni para armar los restos de lo que fué unidad,
ni para nada rígido y mortuorio,
sino por ver el método de la iluminación
que es obra de mi llama.

Así vivo en lo hondo de mis cinco sentidos
mil años boca arriba y otros mil boca abajo,
pues necesito entrar a saco en cada cosa,
sembrar allí un volcán y dejarlo crecer
hasta que estalle solo.

Yo no explico las causas como si fueran flores
encima de una mesa llena de comensales,
mientras suena la música.

Oh miseria del hombre,
desde hace miles de años
la mentira es el único cadáver
que contamina el éter de las cosas:
el cadáver sin fin, ese pelo infinito
que aparece en el punta de la lengua.
Ese pelo de muerto que cae de la noche,
nuestro peor cuchillo,
que nos corta los ojos con dulzura.

Me imagino que todos los cobardes
viven de la mentira,
todos esos que buscan
los principios debajo de las piedras,
seres que no son hijos de sus obras
sino esclavos del miedo.

La loba

Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa
figura de muchacha, con tu pelo
torrencial, y el sonido
de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas
de la tristeza. El mundo
se me empezó a morir como un niño en la noche,
y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel
ciego, terrestre, oscuro,
con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia
sacándome los ojos por haberte mirado.

Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,
segura, perfumada,
porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría
salía por tu boca como vertiente pura
de marfil, y bailabas
con tus pasos felices de loba, y en el vértigo
del día, otra muchacha
que salía de ti, como otra maravilla
de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,
porque estábamos lejos, y decías
que me amabas.

Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan
en un vuelo sin fin las tempestades,
pues nadie sabe nada de nada, y es confuso
todo lo que elegimos hasta que nos quedamos
solos, definitivos, completamente solos.

Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro
del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.
Quiero seguirte viendo muchos años, venir
impalpable, profunda,
girante, así, perfecta, con tu negro vestido
y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,
y esa cintura.

Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire
o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:
con éste que ahora te habla de vivir para siempre
tú subirás al sol, tú volverás
con él y no con otro, una tarde de junio,
cada trescientos años, a la orilla del mar,
eterna, eternamente con él y no con otro.


Siempre el adiós

Tú llorarás a mares
tres negros días, ya pulverizada
por mi recuerdo, por mis ojos fijos
que te verán llorar detrás de las cortinas de tu alcoba,
sin inmutarse, como dos espinas,
porque la espina es la flor de la nada.
Y me estarás llorando sin saber por qué lloras,
sin saber quién se ha ido:
si eres tú, si soy yo, si el abismo es un beso.

Todo será de golpe
como tu llanto encima de mi cara vacía.
Correrás por las calles. Me mirarás sin verme
en la espalda de todos los varones que marchan al trabajo.
Entrarás en los cines para oírme en la sombra del murmullo. Abrirás
la mampara estridente: allí estarán las mesas esperando mi risa
tan ronca como el vaso de cerveza, servido y desolado.


En cuanto a la imaginación de las piedras

En cuanto a la imaginación de las piedras casi todo lo de carácter copioso es poco fidedigno:
de lejos sin discusión su preñez animal es otra,
coetáneas de las altísimas no vienen de las estrellas,
su naturaleza no es alquímica sino música,
pocas son palomas, casi todas son bailarinas, de ahí su encanto;
por desfiguradas o selladas, su majestad es la única que comunica con la Figura,
pese a su fijeza no son andróginas,
respiran por pulmones y antes de ser lo que son fueron máquinas de aire,
consta en libros que entre ellas no hay Himalayas,
ni rameras,
no usan manto y su único vestido es el desollamiento,
son más mar que el mar y han llorado,
aun las más enormes vuelan de noche en todas direcciones y no enloquecen,
son ciegas de nacimiento y ven a Dios,
la ventilación es su substancia,
no han leído a Wittgenstein pero saben que se equivoca,
no entierran a sus muertos,
la originalidad en materia de rosas les da asco,
no creen en la inspiración ni comen luciérnagas,
ni en la farsa del humor,
les gusta la poesía con tal que no suene,
no entran en comercio con los aplausos,
cumplen 70 años cada segundo y se ríen de los peces,
lo de los niños en probeta las hace bostezar,
los ejércitos gloriosos les parecen miserables,
odian los aforismos y el derramamiento,
son geómetras y en las orejas llevan aros de platino,
viven del ocio sagrado.




domingo, 26 de febrero de 2012

La casa del árbol grande

Si me preguntan, ¿playa o bosque?, sin pensarlo respondería "bosque", vivir en ese lugar, convivir con el medio, con la paz, con la calma, con la fauna y hasta con los mosquitos.
Recuerdo cuando era un niñato y me escapaba a la casa del árbol del vecino rico de por aqui del barrio, recuerdo que el muy imbécil embarraba de mierda (literal) su casa para que nadie osara entrar, pero ¡vaya estupidez!, ni el mismo podía hacerlo con tan desagradable olor y sustancia que yacia en toda su casa.
Seguramente a Horace Burgess le pasó algo asi, y por ello decidió construir su propia casa en un bosque sobre un gran árbol y le llevó 14 años.
Con tan solo 30 metros de alto esta casa evoca simplemente la palabra: BALANCE.
Tal vez algún día decida construir la mía, por mientras suspiraré con las fotos.

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jueves, 23 de febrero de 2012

Robert Smithson


En 1969, el artista estadounidense, Robert Smithson, viajó al sureste mexicano en compañía de la artista Nancy Holt y la galerista Virginia Dwan. Aficionado a los viajes terrestres en automóvil, la geología y la geografía, Smithson realizó en su trayectoria por la península yucateca las esculturas "desplazamientos de espejos", que después formaron parte de su ensayo "Incidentes de viajes-espejo en Yucatán". Una vez que llegó a Palenque, Smithson tomó una serie de fotografías del lugar en el que él y sus acompañantes se hospedaron durante su estancia en la ciudad que da nombre al hotel.
Tres años más tarde, Hotel Palenque fue presentada ante un auditorio de estudiantes en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Utah. Imagen tras imagen el autor compartió su percepción de una edificación derruida y construida a la vez. En ella encontró ecos de la arquitectura prehispánica, así como referencias a los grabados de cárceles hechos por Piranesi en el siglo XVIII. Su aguda apreciación hizo resaltar elementos constructivos y decorativos que en su extravagancia
–calificada como "barroco maya"– aludían al arte neoyorkino de la década de los setenta.
Con el tiempo, esta obra se convirtió en un referente importante de las historias de viajes realizadas por artistas y exploradores, capaces de aportar una visión peculiar a la percepción del entorno.
De Robert Smithson, Alias ha publicado también Selección de escritos, que es una compilación de sus ensayos aparecidos en revistas como Artforum, Arts International, Art Magazine, entre otras. Este libro, realizado en colaboración con el Museo Tamayo, completa dicha selección.
La estructura conserva en cierta medida todo lo intricado y terrorífico que se puede encontrar en un típico templo maya, en especial en los de variedad Uxmal, que son muy, muy… Se llama "barroco maya", y se caracteriza por las fachadas serpenteantes, llenas de espirales con formas que se entrelazan esculpidas en la roca; es muy bonito. Para mí, esta ventana, aparentemente inútil, revela muchas de las verdades acerca del temperamento mexicano.
-Robert Smithson-

miércoles, 15 de febrero de 2012

Duma: La figura femenina



Nació en Lisboa, en 1973. Vive y trabaja en Oeiras, Portugal, estudió publicidad en IADE (Artes Visuales, Diseño y del Instituto marketig) y también estudió dibujo y pintura en la Sociedad Nacional de Bellas Artes, en Lisboa.
“La figura femenina es algo natural en mi trabajo, es como un pedazo de mí
representada en cada lienzo. Me gusta mostrar al espectador sólo una pequeña parte de la escena completa. Me gusta dejar espacio para la imaginación del espectador. En cada cuadro hay un universo ilimitado de acciones, pensamientos y emociones, cada personaje nos muestra un poco de su personalidad, es como una imagen congelada de una película o una cámara de foto de un momento”.
Visiten su página para ver todo su trabajo.