miércoles, 6 de julio de 2011

Werner Karl Heisenberg


(Wurzburgo, Alemania, 5 de diciembre de 1901 – † Múnich, 1 de febrero de 1976). Físico alemán.
Inclinado desde joven hacia las matemáticas, y en menor medida por la física, intenta en 1920 empezar un doctorado en matemática pura, pero Ferdinand von Lindemann lo rechaza como alumno porque está próximo a jubilarse. Le recomienda hacer sus estudios de doctorado con el físico Arnold Sommerfeld como supervisor, quien lo acepta de buen grado. Tiene como compañero de estudios a Wolfgang Pauli.
Durante su primer año toma esencialmente cursos de matemática con la idea de pasarse a trabajar en teoría de números apenas tenga la oportunidad, pero poco a poco empieza a interesarse por la física teórica. Intenta trabajar en la Teoría de la Relatividad de Einstein y Pauli le aconseja que se dedique a la Teoría Atómica en la que todavía había gran discrepancia entre teoría y experimento.
Obtiene su doctorado en 1923 y en seguida viaja a Gotinga, donde trabaja como asistente de Max Born. En 1924 viaja a Copenhague y conoce a Niels Bohr.
Durante sus estudios en la Universidad de Múnich, Heisenberg se decantó decididamente por la física, sin renunciar a su interés por la matemática pura. En aquellos momentos, no obstante, la física se consideraba esencialmente una ciencia experimental y la falta de habilidad de Heisenberg para los trabajos de laboratorio complicarían el proceso de su doctorado. Arnold Sommerfeld, su director de tesis, reconocía sus extraordinarias capacidades para la física matemática pero había una cierta oposición a su graduación por causa de su inexperiencia en física experimental. Finalmente, Heisenberg se doctoró en 1923, presentando un trabajo sobre turbulencia de los fluidos. En estos años de doctorado conoció a Wolfgang Pauli, con quien colaboraría estrechamente en el desarrollo de la mecánica cuántica.
De Múnich, Heisenberg pasó a la universidad de Gottinga, en donde enseñaba Max Born y en 1924 pasó al Instituto de Física Teórica de Copenhage dirigido por Niels Bohr. Allí Heisenberg conoció entre otros prominentes físicos a Albert Einsten e inició su período más fecundo y original, que dio como resultado la creación de la mecánica de matrices. Este logro se vería reconocido con la consecución del premio Nobel de física del año 1932.
En 1925, Heisenberg inventa la mecánica cuántica matricial. Lo que subyace en su aproximación al tema es un gran pragmatismo. En vez de concentrarse en la evolución de los sistemas físicos de principio a fin, concentra sus esfuerzos en obtener información sabiendo el estado inicial y final del sistema, sin preocuparse demasiado por conocer en forma precisa lo ocurrido en el medio. Concibe la idea de agrupar la información en forma de cuadros de doble entrada. Fue Max Born quien se dio cuenta de que esa forma de trabajar ya había sido estudiada por los matemáticos y no era otra cosa que la teoría de matrices. Uno de los resultados más llamativos es que la multiplicación de matrices no es conmutativa, por lo que toda asociación de cantidades físicas con matrices tendrá que reflejar este hecho matemático. Esto lleva a Heisenberg a enunciar el Principio de indeterminación.
La teoría cuántica tiene un éxito enorme y logra explicar prácticamente todo el mundo microscópico. En 1932, poco antes de cumplir los 31 años, recibe el premio Nobel de Física por «La creación de la mecánica cuántica, cuyo uso ha conducido, entre otras cosas, al descubrimiento de las formas alotrópicas del hidrógeno».
En 1935 intenta reemplazar a Sommerfeld que se jubila como profesor en Múnich, pero los nazis quieren eliminar toda teoría física «judeizante», y en esa categoría entran la mecánica cuántica y la relatividad (teorías que Heisenberg enseñaba en sus clases), cuyos referentes, Max Born y Albert Einstein son judíos, de manera que se impide su nombramiento.
A pesar de esto, en 1938, Heisenberg acepta dirigir el intento nazi por obtener un arma atómica. De 1942 a 1945, dirigió el Instituto Max Planck de Berlín. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó con Otto Hahn, uno de los descubridores de la fisión nuclear, en un proyecto de reactor nuclear. Durante muchos años subsistió la duda acerca de si este proyecto fracasó por impericia de parte de sus integrantes o porque Heisenberg y sus colaboradores se dieron cuenta de lo que Hitler podría haber hecho con una bomba atómica.
En septiembre de 1941 Heisenberg visitó a Niels Bohr en Copenhague. En un acto que solo puede ser clasificado como traición y que ponía seriamente su vida en peligro, Heisenberg habló con Bohr sobre el proyecto de bomba atómica alemán e incluso le hizo un dibujo de un reactor. Heisenberg sabía que Bohr tenía contactos fuera de la Europa ocupada y le propuso un esfuerzo conjunto para que los científicos de ambos bandos retrasaran la investigación nuclear hasta que la guerra acabara. En junio de 1942 otro científico alemán, J. Hans D. Jensen, le dijo a Bohr en Copenhague que los científicos alemanes no estaban trabajando en una bomba nuclear, solo en un reactor.
Heisenberg y otros científicos alemanes como Max von Laue siempre afirmaron que por razones morales no intentaron construir una bomba atómica y que las circunstancias no se dieron para hacerlo. Estas declaraciones fueron amargamente denunciadas por científicos que participaron en el Proyecto Manhattan, aduciendo que Heisenberg había errado en su cálculo de la cantidad necesaria de Uranio-235 y de la masa crítica para sostener la reacción.
Al final de la guerra en Europa como parte de la Operación Epsilón, Heisenberg junto con otros nueve científicos, incluyendo a Otto Hahn, Carl Friedrich von Weizsäcker y Max von Laue, fue internado en una casa de campo llamada “Farm Hall” en la campiña inglesa. Esta casa tenía micrófonos ocultos que grababan todas las conversaciones de los prisioneros. El 6 de agosto de 1945 a las seis de la tarde Heisenberg y los demás científicos alemanes escucharon un informe de radio de la BBC sobre la bomba atómica de Hiroshima. A la noche siguiente Heisenberg dio una lectura a sus compañeros, a manera de informe, que incluía un estimado aproximadamente correcto de la masa crítica y de Uranio-235 necesarios, además de características del diseño de la bomba. El hecho de que Heisenberg haya podido hacer estos cálculos en menos de dos días, le da credibilidad a su afirmación de que la razón por la que no sabía cual era la masa crítica necesaria para una bomba atómica durante la guerra, se debía única y exclusivamente al hecho que no había intentado seriamente resolver el problema.
Heisenberg organizó y dirigió el Instituto de Física y Astrofísica de Gotinga, que en 1958 se trasladó a Múnich, donde el científico se concentró en la investigación sobre la teoría de las partículas elementales, la estructura del núcleo atómico, la hidrodinámica de las turbulencias, los rayos cósmicos y el ferromagnetismo.
La reunión entre Heisenberg y Niels Bohr en Copenhague es el tema del drama “Copenhagen” de Michael Frayn, drama que gano el Premio Tony como mejor drama de año 2000.
Contreras
Heisenberg era físico teórico, de modo que nunca se metió con las minucias de la empiria, ni con la interna telefónica: su ambicioso principio es una formulación esencialmente matemática. Y no pocos físicos (teóricos o de los otros) se opusieron a lo que el principio de incertidumbre significaba. El mismísimo Albert Einstein, quien se pronunciará en contra del azar con su famosa frase “Dios no juega a los dados” (menos conocida es la respuesta, también brillante, de Bohr: “No es ni puede ser nuestra tarea ordenar a Dios cómo debe El regir al mundo”), buscó situaciones experimentales imaginarias que comprometieran la teoría del alemán. Y no tuvo éxito.

Heidegger III parte

En la ciencia histórica este camino de la finalidad de la ciencia hacia la función del concepto tiempo en ella, y de allí hacia la estructura de este concepto de tiempo, podría parecer un (368) rodeo, pues se podría lograr este objetivo en la ciencia histórica mucho más fácil y rápidamente si tenemos en cuenta que en la metódica de la ciencia histórica existe una disciplina auxiliar que se ocupa precisamente de la determinación del tiempo: la cronología histórica. Aquí tendría que salir a la luz inmediatamente lo particular del concepto de tiempo histórico. Recién al final se puede fundamentar porqué no se toma este camino. Entonces se tiene que hacer también comprensible lo que corresponde, a partir de la cronología, al concepto de tiempo histórico como único momento esencial. Tomamos por lo tanto el camino ya señalado y procuramos en primer lugar establecer algo sobre la finalidad de la ciencia histórica.

Aquí nos tropezamos inmediatamente con una dificultad, en tanto no se ha logrado entre los historiadores ningún acuerdo completo sobre la finalidad y el objeto de la ciencia histórica. por eso lo que se decide aquí sobre este problema no tiene ninguna pretensión de ser definitivo y absoluto. Sin embargo esto no puede poner en peligro nuestro problema particular si nombramos sólo los momentos en el concepto de la ciencia histórica que en ella dejan en la función del concepto del tiempo.

La ciencia histórica tiene como objeto al hombre, no como objeto biológico sino en tanto, a través de sus producciones espirituales y corporales, realiza la idea de la cultura. Esta creación cultural en su profusión y multiplicidad, transcurre en el tiempo, sufre un desarrollo, está subordinada a las más diversas transformaciones y regresiones, recibe a lo que lo antecede para elaborarlo más o para impugnarlo. Esta creación cultural del hombre, dentro de y en cooperación con las asociaciones y organizaciones (Estado) igualmente creadas por él, es en definitiva la objetivación del espíritu humano. Pero al historiador no le interesa la objetivación del espíritu consumada en el transcurso del tiempo en su respectiva totalidad (jedesmaligen Vollständigkeit), como si quisiera registrar todo lo que ocurre en general en el tiempo; a él le interesa sólo (se ha dicho) lo históricamente efectivo. Eduard Meyer, (369) que ha dado esta prescripción, la completa y la aclara exactamente: “La selección se basa en el interés histórico que tiene el presente en algún efecto, en el resultado del desarrollo”[viii]

Pero siempre un interés tiene que ser fijado a partir de un punto de vista, tiene que ser guiado por una pauta. La selección de lo histórico a partir de la profusión de lo dado se basa por consiguiente en una relación de valor (Werbeziehung). La finalidad de la ciencia histórica es pues representar el contexto de efecto y desarrollo de las objetivaciones de la vida humana en su singularidad y unicidad (Einmaligkeit) comprensibles en relación con los valores de la cultura. Pero aún no se ha mencionado una característica esencial de todo objeto histórico. El objeto histórico siempre ha pasado, en sentido histórico ya no existe más, entre él y el historiador existe una distancia temporal. El pasado tiene siempre un sentido sólo visto desde un presente. Lo pasado no sólo no es más, considerado desde nosotros, sino que también fue algo distinto de lo que somos nosotros y nuestro contexto vital hoy en el presente. El tiempo tiene en la historia, como se ve, una significación muy original. Sólo cuando esta otroridad (Andersheit) cualitativa de tiempos pasados se abre paso en la conciencia de un presente, se ha despertado el sentido histórico. En la medida en que el pasado histórico es siempre una otroridad de objetivaciones en la vida del hombre, y nosotros mismos vivimos en una de estas y creamos una semejante, está dada desde un principio la posibilidad de comprender al pasado, puesto que este no puede ser algo distinto incomparable. Pero existe la gran separación temporal (zeitliche Kluft) entre el historiador y su objeto. Si él la quiere representar, tiene que tener de alguna manera el objeto ante sí. Se trata de superar el tiempo, y desde el presente, por encima del abismo temporal aclimatarse en el pasado. La exigencia de la (370) superación temporal y la descripción de un pasado, dada necesariamente en la finalidad y el objeto de la ciencia histórica, será sólo, posible si además el tiempo mismo de algún modo entra en función. Ya Johannes Bodinus (1607) tiene en su Methodus ad facilem historiarum cognitionem un capítulo especial sobre el tiempo; allí se encuentra la frase: “qui sine ratione temporum (es interesante el plural) historias intelligere se posse putant, perinde falluntur, ut si labyrinthi errores evadere sine duce velint”[ix]

La función del tiempo en la superación temporal necesaria para la ciencia histórica la podremos estudiar con mayor precisión si dirigimos nuestra atención a la metódica de la ciencia histórica a través de la cual ésta se procura el acceso al pasado y representa a éste históricamente. Seguir de cerca la función del tiempo dentro de la metódica de la ciencia histórica en todas sus particularidades y poner de manifiesto las relaciones de sus conceptos básicos con el concepto directriz, nos llevaría muy lejos. Deben ser caracterizados más bien sólo algunos modos de proceder del método de la ciencia histórica y algunos conceptos que saltan especialmente a la vista, y que ilustran la función del concepto de tiempo. Así se ha logrado una característica por lo menos suficientemente importante para el análisis de la estructura del concepto de tiempo. La primera tarea fundamental de la ciencia histórica consiste en suma sólo en asegurar la realidad .de los hechos por ella descriptos. “Quizás el mayor mérito de la escuela critica en nuestra ciencia, por lo menos lo más significativo en el aspecto metódico” -dice Droysen- “es haber hecho prevalecer la convicción de que la base de nuestros estudios es la prueba de las fuentes de las cuales nosotros disponemos. Así se ha establecido en el punto científicamente decisivo la relación de la historia con el pasado”[x]

(371) La “fuente” permite por lo tanto el acceso científico a la realidad histórica. A partir de ella se construye antes que nada esa realidad. Pero eso sólo es posible si la fuente está asegurada en su valor como fuente, es decir, si está demostrada su autenticidad. Esto se realiza por medio de la crítica. Debe por ejemplo ser demostrada la autenticidad de un documento. Esto puede realizarse buscando un dictamen sobre su “oficialidad” (Kanzleimässigkeit). “Los testimonios documentales de un despacho oficial (Kanzlei), que haya funcionado ordenadamente llevarán consigo en determinados tiempos determinadas características. La suma de todas estas características en determinado tiempo constituye la oficialidad".[xi] En el concepto de la oficialidad está incluido por consiguiente el concepto de tiempo.

Pero la demostración de la oficialidad, es decir, la crítica diplomática, debe ser completada por medio de la crítica de la historia del derecho y una crítica histórica general, es decir, el documento debe ser cotejado con las circunstancias jurídicas y en general culturales del tiempo al que éste debe pertenecer. Las bulas pseudo isidóricas, por ejemplo, se demuestran que son falsificaciones al comprobarse que aquellas cartas papales aisladas son anacrónicas. Sabemos que el Papa Gregorio el Grande usó por primera vez al principio de sus escritos el título servus servorum Dei. En las cartas en cuestión de la serie isidórica se designan así papas más antiguos. Además sabemos que hasta fines del siglo IV los papas no fechaban sus cartas según los cónsules romanos; en las cartas isidóricas en cuestión ocurre esto. Las bulas que debieron provenir de los primeros siglos suponen circunstancias jurídico-eclesiásticas que recién surgieron más tarde. La crítica muestra por lo tanto que las cartas no llevan de ningún modo en el aspecto formal ni en cuanto al contenido la señal del tiempo en el que sé debieron haber originado, sino la señal de un tiempo posterior. Para la utilidad científica de una fuente debe ser fijada su fecha de origen; pues su valor como testimonio (372) depende de cuánto esté alejada ésta temporalmente del hecho histórico que hay que atestiguar. “El medio más general es la investigación confrontativa de la época a la que corresponde en primer lugar la fuente en cuestión, por su forma, estilo y contenido, es decir, en definitiva, por su carácter total,... pues cada tiempo lleva consigo en todas sus creaciones y expresiones un carácter propio y distintivo que podemos conocer bien”[xii]. En las fuentes escritas son sobre todo la escritura y la lengua, “estas vivísimas expresiones del espíritu del tiempo”, las que nos posibilitan una determinación temporal.

Una función no menos esencial desempeña el concepto de tiempo en la segunda tarea principal del método histórico: en el poner de manifiesto el contexto (Zusammenhang) de los hechos previamente fijados en detalle. Allí se trata en principio de comprender correctamente los hechos particulares en su significación para el contexto, es decir, se trata de interpretar correctamente el contenido objetivo de las fuentes.

Un ejemplo interesante de la función abarcadora del concepto de tiempo en la historia la ofrece la investigación reciente de Troeltsch sobre San Agustín.[xiii] Troeltsch muestra que San Agustín “en verdad es término y culminación de la antigüedad cristiana, su último y más grande pensador, su hombre de la praxis espiritual y su tribuno. El Tiene que ser comprendido en primer lugar, a partir de esto”.[xiv] Por otra parte caracteriza Troeltsch categóricamente a la antigüedad cristiana a partir de San Agustín. Esta característica le posibilita entonces delimitar el segundo período en la historia del cristianismo con respecto al primer período. Troeltsch escribe además con respecto a las distinciones de los grandes períodos: “Estos deben ser establecidos según la pertenencia de la Iglesia cristiana a las respectivas circunstancias culturales generales.”[xv]

(373) Estos ejemplos deberían bastar para advertir inmediatamente lo esencial del concepto de tiempo histórico. Los tiempos de la historia se distinguen cualitativamente. Las “tendencias directrices” (Ranke) de una época dan la base para la delimitación de esta época de otra. El concepto de tiempo en la ciencia histórica no posee el carácter homogéneo del concepto de tiempo científico natural. El tiempo histórico no puede por eso ser expresado tampoco matemáticamente por medio de una serie (Reihe), ya que no hay ninguna ley que determine cómo se suceden las épocas. Los momentos temporales del tiempo físico se distinguen sólo por su posición en la serie. Los tiempos históricos también se suceden, por cierto, (si no, no serían tiempos), pero cada uno es, en la estructura de su contenido, diferente.

Lo cualitativo del concepto de tiempo histórico no significa otra cosa que la condensación -cristalización- de una objetivación de la vida dada en la historia. La ciencia histórica no trabaja pues con cantidades. ¿Pero qué son entonces las cifras históricas? En el concepto “el hambre en Fulda en el año 750” no puede el historiador con la cifra 750 hacer en sí nada; a él no le puede interesar la cifra como cuantum o como un elemento que tiene su determinado lugar en la progresión numérica del uno al infinito, como elemento que es divisible por 50 , y así sucesivamente. La cifra 750 y toda otra cifra histórica tiene en la ciencia histórica solamente valor y sentido teniendo presente lo históricamente significativo con respecto al contenido. Trecento, quattrocento, no son conceptos cuantitativos ni mucho menos. La pregunta por el cuando tiene en la física y en la historia un sentido muy diferente. Yo pregunto en la Física, por ejemplo, con respecto a la máquina de Atwood para demostrar las leyes de la caída, cuando llega la pesa a determinado lugar de la escala; cuando quiere decir en esto caso después de cuántos golpes del péndulo de los segundos. Si pregunto por el cuando de un acontecimiento histórico, en cambio, pregunto por su lugar en el contexto histórico cualitativo, no pregunto por un cuánto. Pero sin embargo el historiador se formula a veces también la pregunta por el cuánto. Así le interesará seguramente a la venidera historia de la guerra saber cuánto tiempo necesitó el ejército Mackensen para llevar adelante la ofensiva de los Cárpatos hasta el cuadrilátero fortificado ruso-polaco. Pero la determinación cuantitativa (unas doce semanas) no tiene en sí valor y significado para el historiador sino en tanto permite comprender a ella la monstruosa fuerza de empuje de nuestras tropas aliadas, la firmeza decisiva de toda la operación, y por otra parte en tanto permite juzgar la fuerza de resistencia del ejército ruso. Los números de los años son cómodas marcas numerales, pero las consideramos en si mismas sin sentido, ya que por cada número podría haber otro número equivalente si sólo se corriera el comienzo de la numeración. Pero justamente el comienzo de la cuenta del tiempo muestra que en todos los casos esta cuenta ha empezado en un acontecimiento históricamente significativo (fundación de la ciudad de Roma, nacimiento de Cristo, Hedschra o partida de Mahoma de la Meca a Medina, etc.).

La disciplina auxiliar de la ciencia histórica, la cronología histórica, es por lo tanto sólo significativa para la teoría del concepto del tiempo histórico, desde el punto de vista del comienzo de la cuenta del tiempo. Se cuenta por ejemplo que a los cristianos al principio les disgustó la fijación del comienzo del año en el primero de Enero, “porque no tenía ningún tipo de relación con la religión cristiana”[xvi]. La Iglesia trasladó por esto a este día la fiesta de la circuncisión, para darle a éste una significación eclesiástica.

Siempre fueron fiestas significativas (Pascuas, Navidad), aquellas en las que fue fijado el comienzo del año. Esto muestra que lo que ocurre en general con respecto a la numeralidad (Zahlenmässige), a las numeraciones con referencia al tiempo en la ciencia histórica, está determinado cualitativamente por la forma y el modo de la fijación del comienzo de la numeración. Se puede decir incluso que en la base (Ansatz) de la cuenta del tiempo se manifiesta el principio de la formación conceptual histórica: la relación valorativa.[xvii]

(375) El reconocimiento de la significatividad fundamental del concepto del tiempo histórico y de su radical diferencia con respecto al concepto del tiempo físico posibilitará introducirse más en forma científico-teórica en el carácter peculiar de la ciencia histórica y permitirá fundar teóricamente a ésta como posición intelectual original e irreductible con respecto a otras ciencias.

[i] Lo cierto es que el pensamiento medieval no era ajeno a lo empírico en la medida en que por lo común se cree; supo apreciar bien las investigaciones de acuerdo a la experiencia o, por lo menos, la registración de los hechos; se tenía una conciencia del valor de la matemática para la investigación de la naturaleza, si bien esta conciencia no estaba aclarada teóricamente; se conocía el experimento; pero, a pesar de todo esto, faltaba aún la verdadera problemática científico-natural.
[ii] Acht Vorlesungen über theoretische Physik, 1910, pág. 8.
[iii] Idem, pág. 9.
[iv] Discursos y demostraciones matemáticas en torno a dos nuevas ciencias, la mecánica y las leyes de la caída, 3ª y 4ª jornadas (1635). Traducidas y editadas por A. von Ottingen, 1881, Ostwalds, Klassiker der exakten Wissenschaften, nº 24, pág. 8.
[v] A. Einstein, Sobre la electrodinámica de los cuerpos móviles. Annalen der Physik, Bd. 17, 1905; impreso en “Fortschritte der matemathischen Wissenchaften in Monographien”, editado por O. Blumenthal. Cuaderno 2, El principio de la relatividad, 1913, pág. 28.
[vi] Idem, pág. 6.
[vii] Wissenschaft und Wirklichkeit, 1912, pág. 168.
[viii] Kleine Schriften, 1910, pág. 42.
[ix] Methodus ad facilem historiarum cognotionem, 1607, cap. VII “De temporis universi ratione”, pág. 431.
[x] Grundiss der Historik, 2ª Ed. 1875, pág. 80.
[xi] O. Redlich, Urkundenlehere, 1ª parte, 1907, págs. 21 y sgtes.
[xii] E. Bernheim, Lehrbuch der historischen Methode, 5ª y 6ª edición 1908, pág. 392.
[xiii] Agustin. Die christliche Antike un das Mittelalter im Abschluss an die Scrift “De civitate Dei”. 1915.
[xiv] Idem, pág. 6.
[xv] Idem, pág. 172.
[xvi] Rül, Cronologie des Mittelalters und der Neuzeit, 1897, pág. 24.
[xvii] Con referencia a este concepto fundamental para la formación cultural-conceptual histórica, véase: H. Rickert, Die Grenzen der naturwissenschaftliche Bergiffbildung, 2ª edición, 1913, pág. 333 y ss.

viernes, 1 de julio de 2011

Experimentación Multimedia



A lo largo de este año se han desarrollado diversos proyectos que envuelven la experimentación multimedia, esto es, el aprovechamiento de las herramientas de software para una aplicación artística que deja de ser exclusivamente parte de la científica. La revolución en cuanto a este aspecto ha comenzado hace ya unos años en México (tarde pero ya lo hizo), dentro de nuestro país podemos encontrar instituciones dedicadas a la experimentación de estas nuevas tecnologías, por ejemplo el Centro Multimedia, CENTRO, la Unidad de Vinculación Artística, entre otras. Dentro de los siguientes artículos, presentaré todo acerca de estas aplicaciones, su uso, y su fin.
Estos son algunos ejercicios realizados por Teo Fernandez, quien participó en el taller Abriendo codigos en la Curtiduria, Oaxaca el pasado mes de febrero de 2011.



νεῦρον soma from teo on Vimeo.




escaleras from teo on Vimeo.

SEXECOLOGÍA


¿Qué es la sexecología?

El concepto de Sexecology, al igual que el de postporno1, fue desarrollado recientemente por Annie Sprinkle junto a la artista y ecologista Beth Stephens.

La sexecología es una mezcla entre arte, teoría, educación ecológica-sexual y práctica. Es también una estrategia para crear una relación recíproca y sostenible con el planeta, utilizando la metáfora de la Tierra no como madre sino como amante, huyendo de esa concepción ciertamente machista de la Tierra como una gran madre cuidadora.

Podría perfectamente encuadrarse dentro de otro concepto más global como el ecofeminismo2 que propone que la opresión-explotación ejercida sobre las mujeres por parte del patriarcado tiene su representación a gran escala en la opresión-explotación que el capitalismo patriarcal ejerce sobre el planeta. El ecofeminismo plantea que hay una relación directa entre los sistemas de dominación ejercidos sobre el planeta y sobre las mujeres.

El modo en que Annie Sprinkle y Beth Stephens han abordado ese ecofeminismo es, por su pasado y formación, un modo artístico, postpornográfico y sexual, dándole así una nueva dimensión al movimiento y conduciéndolo al campo donde ambas son expertas.

Esta valiosa aportación, no sólo al ecofeminismo sino también a la postpornografía y al arte, es desarrollada por Annie y Beth en muchos formatos. Desde talleres de sexecología a ecobodas, pasando por paseos-tours por la naturaleza desde una visión sexecológica y charlas y debates sobre el tema.

El 24 de octubre de 2010 tuvo lugar el World’s First Ecosex Symposium, en Santa Mónica, California3, al que asistieron cientos de personas vinculadas con multitud de campos y especialidades (artes visuales, cine, prensa, filosofía, sexología, activismo, prostitución, ecología, educación, etc). Queda clara la validez, por tanto, del nuevo movimiento que se está viendo impulsado por Annie y Beth y apoyado por muchas personas de especialidades hasta ahora de inimaginable alianza. Se trata de una nueva postura frente a la ecología que no deja de lado otros activismos fundamentales para el cambio.

Las vinculaciones con el eco-artivismo surgido en los 60 y 70 en Estados Unidos son innegables también, pero en los últimos tiempos el movimiento ecologista ha parecido tomar cauces políticos que dejan de lado el arte. Annie y Beth recuperan ese concepto para adaptarlo al tiempo actual y de alguna forma renovarlo. En cuanto al eco-feminismo y al eco-artivismo en la Península Ibérica encontramos muy pocos referentes y ciertamente esta renovación podría incluirnos si tuviéramos la posibilidad de manejar las herramientas que lo hacen posible y que Annie y Beth conocen tan bien.

1 Término inventado por el artista holandés Wink van Kempen para describir un «nuevo género de material explícito, quizás el más experimental a nivel visual, político, humorístico, “artístico” y ecléctico de la escena». Según palabras de Annie Sprinkle (en Sprinkle, Annie: Post-Porn Modernist, Ed. Kleis, San Francisco, 1998, p. 160.)

2 Sobre ecofeminismo es interesante el artículo de Verónica Perales Blanco: Prácticas artísticas y ecofeminismo. Revista «Creatividad y Sociedad», noviembre de 2010.

http://www.creatividadysociedad.com/articulos/15/creatividadysociedad_arte_ecofeminismo.pdf

3 http://www.artreview.com/profiles/blogs/purple-wedding-to-the-moon

ECOSEX MANIFESTO

Draft 1.0 of a work in progress.

(i) WE ARE THE ECOSEXUALS. The Earth is our lover. We are madly, passionately, and fiercely in love, and we are grateful for this relationship each and every day. In order to create a more mutual and sustainable relationship with the Earth, we collaborate with nature. We treat the Earth with kindness, respect and affection.

(ii) WE MAKE LOVE WITH THE EARTH. We are aquaphiles, teraphiles, pyrophiles and aerophiles. We shamelessly hug trees, massage the earth with our feet, and talk erotically to plants. We are skinny dippers, sun worshipers, and stargazers. We caress rocks, are pleasured by waterfalls, and admire the Earth’s curves often. We make love with the Earth through our senses. We celebrate our E-spots. We are very dirty.

(iii) WE ARE A RAPIDLY GROWING, GLOBAL, ECOSEX COMMUNITY. This community includes artists, academics, sex workers, sexologists, healers, environmental activists, nature fetishists, gardeners, business people, therapists, lawyers, peace activists, eco-feminists, scientists, educators, (r)evolutionaries, critters and other entities from diverse walks of life. Some of us are SexEcologists, researching and exploring the places where sexology and ecology intersect in our culture. As consumers we aim to buy green, organic, and local. Whether on farms, at sea, in the woods, or in cities small and large, we connect and empathize with nature.

(iv) WE ARE ECOSEX ACTIVISTS. We will save the mountains, waters and skies by any means necessary, especially through love, joy and our powers of seduction. We will stop the rape, abuse and the poisoning of the Earth. We do not condone the use of violence, although we recognize that some ecosexuals may choose to fight those most guilty for destroying the Earth with public disobedience, anarchist and radical environmental activist strategies. We embrace the revolutionary tactics of art, music, poetry, humor, and sex. We work and play tirelessly for Earth justice and global peace. Bombs hurt.

(v) ECOSEXUAL IS AN IDENTITY. For some of us, being ecosexual is our primary (sexual) identity, whereas for others it is not. Ecosexuals can be GLBTQI, heterosexual, asexual, and/or Other. We invite and encourage ecosexuals to come out. We are everywhere. We are polymorphous and pollen-amorous, We educate people about ecosex culture, community and practices. We hold these truths to be self evident; that we are all part of, not separate from, nature. Thus all sex is ecosex.

(vi) THE ECOSEX PLEDGE. I promise to love, honor and cherish you Earth, until death brings us closer together forever.

The ecosex revolution wants YOU. Join us.

Elizabeth M. Stephens & Annie M. Sprinkle