miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Arte del Autoretrato -Victoria García Jolly-



Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.
Sigmund Freud

El autorretrato es una vertiente artística en particular interesante, ya que en ella tienen lugar varios fenómenos simultáneos que la convierten en una manifestación lúdica, narcisista, introspectiva, autobiográfica, autoanalítica y autocrítica, denotativa, obsesiva y prácticamente obligada para cualquier artista. Es, pues, un juego entre la imagen que el espejo refleja y lo que el retratado desea proyectar acerca de sí mismo ante los demás.
Es muy probable que desde la antigüedad los artistas se hayan pintado a sí mismos, pero, como el arte era anónimo, no sabemos qué obras son autorretratos. Fue hasta el Renacimiento, cuando el hombre se coloca como centro del universo y los artistas empiezan a ser valorados por su trabajo, que el autorretrato se instala y prolifera como género pictórico.

Todos tenemos un enigma

¿Por qué autorretratarse? Responder a esta pregunta equivale a determinar la base existencial del ser humano o desentrañar su psique. Fernando Yurman1 asegura que es un acto de confesión, mientras que Julian Bell afirma que en el autorretrato «se esconde algo misterioso en
la frontera del que ve y del que es visto».2 De esta forma, la confesión de la que habla Yurman puede ser sólo una mentira que el artista se cuenta a sí mismo, pero también cabe la posibilidad de que el autorretrato permita contemplar la exhibición honesta de lo que se es y el valor para aceptarlo.
El resultado del autorretrato no siempre apela a un sentido realista, pues, según Kant, «este concepto viene a ser una semejanza con lo que de éste
se quiere ver, aunque no concuerde con su objeto ni su determinación»;3 así, un artista como Diego Rivera se pinta a sí mismo con cara de sapo; José Luis Cuevas, deforme y grotesco; Miguel Ángel Buonarroti, descorporizado, como en El juicio final —en el cual no es más que el pellejo del desollado San Bartolomé—, y Robert Rauschenberg, en su Repetidor, da un salto al interior de su cuerpo por medio de radiografías.

Mi modelo, yo mismo

Lo más ordinario sería pensar que el artista, al carecer de un modelo, opta por su propia persona como la solución más accesible, tal como hizo Leonardo da Vinci en el bien conocido dibujo de sí mismo. Decía Pablo Picasso, gran practicante de este género: «Al principio, el autorretrato es un aprendizaje, y luego se vuelve una representación: he aquí como me veo, he aquí como pienso que me vi». Sin embargo, la práctica de ser el modelo de sí mismo va más allá de lo que refleja el espejo y se adentra en una serie de juegos internos de muy distintas motivaciones y expresiones, que yo dividiría de la siguiente manera:
como actor de una escena.

En esta modalidad, el autor representa algún suceso, ya sea histórico, bíblico o mitológico, en el que participa como actor, al tiempo que actualiza y declara sus creencias e ideología. Tal es el caso de Bennozzo Gozzoli en su El cortejo de los Reyes Magos, en el que es parte de la multitud; de Sandro Botticelli en su Adoración de los Reyes Magos, o de Eugène Delacroix en La libertad guiando al pueblo.
como miembro de un grupo.

El autor se coloca ante el ojo del otro, escudado y secundado por otros personajes, o sea que se presenta, pero no se expone. Esto hace Rafael en su Retrato del artista con un amigo; Pierre-Auguste Renoir en la escena de La posada de Madre Anthony; Diego Velázquez en Las meninas, en la que, en un atisbo, cruza su mirada con la del espectador; Diego Rivera en Sueño de una tarde de domingo en la Alameda, y Marc Chagall, el eterno novio volador en tantos de sus cuadros.
como otro personaje.

La transfiguración es el medio que valida lo que no se es o expone lo que de otra manera podría afectar la sensibilidad del observador.
Esta modalidad presenta al autor desde una perspectiva más simbólica, tal como aparece Caravaggio en su Autorretrato como Baco, o «El Greco» en su Autorretrato en la figura de San Lucas y Picasso, que se representa a sí mismo como un minotauro, figura con que él valida el concepto de su sexualidad.

como modelo de sí mismo.

En este tipo de autorretratos, no sólo el autor se muestra como un bicho que hay que ver, sino que, al asumir su pertenencia a un gremio, plasma en sus cuadros su condición de artista en el preciso momento de pintar, tal como lo hace Catharina van Hemessen, Antonis Mor, Annibale Carracci, Judith Leyster, Artemisia Gentileschi, Juan O’Gorman, André Derain o René Magritte.
como un ser que envejece.

En la obra de muchos maestros podemos ver ensayos repetidos de autorretratos que no hacen más que mostrarnos el ciclo de la vida, de tal modo que pintores como Alberto Durero —que en su primer autorretrato contaba con apenas 13 años—, Rembrandt, Sofonisba Anguissola, Elisabeth Vigée-Lebrun, Edvard Munch y Picasso se presentan jóvenes, adultos o viejos, sin más pretensión que la de cualquiera que se mira al espejo cada mañana y se reconoce a sí mismo. En contraste, William Utermohlen, artista plástico que padece el mal de Alzheimer, denota a través de sus autorretratos que en un principio era capaz de reconocerse, pues la forma solía presentarse más contundente y definida, pero, a medida que su enfermedad ha avanzado, las formas se tornan difusas y borrosas; un reflejo fiel de la imposibilidad de reconocerse a sí mismo.5
como objeto de obsesión.

La reiteración, la repetición y la acumulación no son más que manifestaciones de una conducta obsesionada con la propia carencia: al reconstruirse sobre el lienzo, el artista ratifica su existencia. Muestra de ello son los autorretratos de Frida Kahlo, quien, al estar postrada y pasar tanto tiempo sola, se veía impelida a decir todo a través de su protagonismo, o los de Van Gogh —que suman 37, realizados en tan sólo diez años de actividad artística—, que denotan su perturbación psíquica a través de la mirada y de una pincelada cada vez más drástica, fuerte y dinámica; es probable que a Vincent repetir su imagen una y otra vez le otorgara un sentido de unidad que iba perdiendo debido a sus trastornos mentales.

como objeto de autoexhibición.

Un autorretrato no siempre consiste simplemente en presentarse, mostrarse o reconocerse, sino que a veces el autor se exhibe de una forma explícita, fuerte, incluso agresiva, como Durero en su Autorretrato desnudo o Egon Schiele, que suele pintarse desnudo y en posiciones y situaciones impúdicas, como en su obra Eros, en la que agrede la sensibilidad del expectador con un enorme pene rojo y erecto. Lo mismo sucede en los autorretratos desnudos de Robert Morris —I-Box—, Lucian Freud —Pintor trabajando, reflejo— y Hannah Wilke —SOS, Starification Object Series.
como un acto narcisista.

Tal vez todos los autorretratos tienen algo de narcisismo, motivación que, sin duda, refleja la necesidad de enaltecer la imagen propia y manifestarse como la máxima atracción. En ese sentido, Andy Warhol se pinta solo, y Maurizio Cattelan, por su parte, realiza un autorretrato al que llama Spermini —Espermatozoides pequeños—, con cientos de máscaras que muestran su rostro. En México, Nahum B. Zenil ha demostrado no contar con un mejor tema que él mismo; así, lo vemos como un muñeco de trapo, como un Santo Niño de Atocha y hasta como su propia madre.6
Se dice que toda obra artística es una especie de autorretrato, pero lo que distingue a este género en particular es su carácter estético, sensible, original, definido y único, así como lo que declara acerca de sus autores.
1 Psicoanalista con experiencia clínica y docente, autor de la conferencia «Lo que mira el autorretrato», un intento de articular la dimensión subjetiva del autorretrato con su función cultural, desde un enfoque psicoanalítico.
2 Introducción a 500 autorretratos, Barcelona: Phaidon, 2004; p. 5.
3 Immanuel Kant, Antropología, Madrid: Alianza Editorial, 2004; p. 114.
5 El mal de Alzheimer afecta sobre todo a los lóbulos parietal y temporal derechos, los cuales permiten reconocer una imagen objetal, que luego puede ser trasladada al lienzo. Mientras la forma se pierde junto con la memoria, el color permanece intacto, ya que forma parte de las gnosias —o conocimientos suministrados por los sentidos— simples, a cargo de las áreas primarias de los lóbulos occipitales.
6 En este rubro uno podría pensar ineludiblemente en José Luis Cuevas; sin embargo, aunque el narcisismo del artista es una piedra angular de su trabajo, en realidad no se ha hecho muchos autorretratos, y sus famosas fotografías diarias no se las toma él mismo.

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