sábado, 12 de noviembre de 2011

Alimentar la mente - Por Lewis Carrol -



El célebre autor físico-matemático de Alicia en el País de las Maravillas dictó esta conferencia -sobre lalectura y sus bondades- que nunca antes se había traducido al español. Esta aproximación inusual a la lectura -de uno de los autores más originales en lengua inglesa del siglo XIX- dice que leer es bueno. Pero, ¿qué leer? ¿El TV Notas cuenta?.
De ninguna manera. Si bien la vida depende de que el cuerpo sea alimentado, podemos seguir existiendo como animales -apenas como hombres- aunque la mente esté completamente desnutrida y descuidada.

Por lo tanto, la Naturaleza prevé que, en caso de serio descuido del cuerpo, sobrevendrán terribles consecuencias: malestar y dolor, hasta devolvernos nuestro sentido de la responsabilidad; así también realiza por nosotros, querámoslo o no, algunas de las funciones vitales más necesarias. Muchos de nosotros sencillamente enfermaríamos si nos dejaran a cargo de nuestra propia digestión y circulación. ;"¡Maldita sea, olvidé darle cuerda a mi corazón esta mañana!"; gritaría uno al percatarse de que lleva parado las últimas tres horas
, "no puedo dar un paseo contigo esta tarde" nos diría un amigo, "tengo nada más que once comidad para digerir". Pues bien, si, como pienso, las consecuencias de descuidar el cuerpo pueden ser claramente vistas y sentidas, sería bueno para algunos que las consecuencias de descuidar la mente fueran igualmente visibles y tangibles; que pudieramos, digamos, llevarla al médico y sentir su pulso (...).

REGLAS PARA ALIMENTAR LA MENTE
Teniendo en cuenta la cantidad de experiencias dolorosas que muchos de nosotros hemos sufrido medicando y alimentando el cuerpo, pienso que sería muy bueno que, por un rato, tratáramos de traducir algunas de esas corporales a sus correlativas para la mente.
Primera, pues. Deberíamos de preocuparnos por suministrar a la mente su
propio tipo de alimento. Desde muy pronto aprendemos qué debemos y qué no debemos hacer con el cuerpo, y no nos resulta apenas difícil rechazar una porción del tentador pudín o pastel que está asociado en nuestra memoria a una terrorífica indigestión y cuyo solo irressistible nombre nos evoca al ruibarbo (planta de cultiuvo comestible. Su uso terapeútico es más o menos amplio: laxante, purgante y para tratar males como la gingivitis y la estomatitis) y la magnesia
(mineral compuesto de óxido de magnesio. En polvo se usa como laxante). Sin embargo, nos lleva mucho tiempo convencernos de lo indigestos que son algunos de nuestros pasajes literarios favoritos; una vez tras otra preparamos comidas con novelas poco saludables, sabiendo perfectamente que nos traerán el consabido bajo estado anímico, desgana para el trabajo, hastío existencias, y, en resumen, una pesadilla mental.
Además, tenemos que asegurarnos de que la surtimos de comida saludable en su
"justa medida". La glotonería mental -o la sobrelectura- es una propensión peligrosa que provoca debilitamiento de la capacidad digestiva y, en algunas ocasiones, pérdida de apetito; sabemos que el pan es una comida buena y saluidable, pero ¿quién se comería dos o tres panes de una sentada?.
Oí a un médico decirle a uno de sus pacientes -cuyo comportamiento era el de un simple glotón necesitado de ejercicio- que "el primer síntoma de hipernutrición es una deposición de textura adiposa"
y, sin duda, tan grandes y hermosas palabras consolaron consolaron a ese pobre hombre cuyo peso seguía en aumento. Me pregunto si existe algo parecido a una "mente obesa". Realmente creo haber conocido a uno o dos de ellos; mentes que tendrían dificultades en mantener el mínimo trote en una conversación, que no podrían saltar una valla lógica ni aunque les fuera la vida en ello, que se atascan rápidamente en estrechos argumentos y que, en resumen, no están en condiciones de hacer otra cosa que no sea andar dificultosamente por el mundo.
Por otra parte, aunque la comida sea saludables y en su cantidad adecuada, sabemos que no debemos consumir "diferentes tipos de comida a la vez"
. Tómate, sediento, un galón de cerveza o uno de sidra, o incluso uno de té caliente , y probablemente lo agradecerás -¡aunque no con tantas ganas en el último caso!-. Pero, ¡cómo crees que te sentirás si te ofrecen una pequña jarra de cerveza, otra de sidra, otra de té helado, otra de café, una de chocolate y los correspondientes vasos de leche, agua, brandy con agua y leche batida? La suma total sería también un galón, pero, ¿no se sentiría como un puñetazo en el estómago?.
LOS INTERVALOS
Resuelto lo del tipo, cantidad y variedad de nuestra comida mental, nos resta saber dejar "intervalos adecuados"
entre comida y comida, y no tragarla ansiosamente sin masticar, lo que dificulta la digestión. Tanto el cuerpo como la mente tienen sus reglas, y las del cuerpo son aplicables, a su vez, a las de la mente.
Primera, sobre los intervalos: son tan necesarios para la mente como lo son para el cuerpo, con tan sólo la siguiente diferencia: que mientras que el cuerpo requiere tres o cuatro horas antes de poder estar preparado para otra comida, la mente tiene suficiente en muchos casos con tan solo tres o cuatro minutos. Creo que el intervalo requerido es menor de lo que normalmente se cree, y, según mi experiencia personal, recomendaría a aquel que ha dedicado varias horas seguidas a pensar sobre un tema que, pongamos una vez cada hora, haga una pausa de cinco minutos, preocupandose por dejar en ese lapso la mente absolutamente en blanco y volverla completamente hacia otros temas. Son asombrosos el ímpetu y la elasticidad que recupera la mente durante estos cortos periodos de descanso.Y entonces, así como se mastica la comida, el proceso mental que esto conlleva como efecto es simplemente el de comenzar a pensar sobre lo que leemos. (...) Una hora de pensamiento continuo sobre un tema -un paseo solitario es una oportunidad única para este proceso- es mejor que dos otres de mera lectura.
Y considera, tan solo otro efecto de esta saludable digestión de libros leídos: me refiero al, por decirlo aspi, hacer alusión a ellos cuando los necesitemos.
Sam Slick nos cuenta que aprendió muchas lenguas en su vida, pero que, por alguna razón no ha podido "mantenerlas parceladas"
en su mente. Y muchas veces una mente que corre de libro en libro, sin esperar a la digestión ni poner nada en orden, cae en tal estado que, lamentablemente, su propietario se encuentra lejos de ser capaz de acomodarse al carácter que sus amigos le otrogan: "Es un hombre absolutamente leído. Ponlo a prueba ahora mismo sobre un tema. No lo podrás dejar fuera de juego".
EL "HOMBRE LEÍDO"

(...)¿Reconoces a primera vista a una de las desafortunadas víctimas de una alimentación mental enfermiza? ¿Dudas? Mírala, buscando apresuradamente a su alrededor una sala de lectura, probando comida tras comida -¡perdón, libro tras libro- sin asimilar ninguno. Primero un bocado de novela; pero no, ¡horror!, no ha hecho otra cosa en las últimas horas que comer y tiene hastiado el gusto. Después una rebanada de ciencia; pero ya sabes qué va a ocurrir; ¡ah!, por supuesto, demasiado duro para sus dientes. Y así continuar todo un cansado recorrido, el mismo que intentó -y en el que fracasó-ayer, y el que probablemente intente, y en el que fracase, mañana.
Oliver Wendell Holmes
(poeta que estudió medicina), en su fascinante libro El autócrata de la mesa del desayuno, nos da la siguiente regla para saber cuándo un humano es viejo y cuando jóven: "El experimeto crucial es éste: ofrece un hermoso bollo al individuo sospechoso exactamente diz minutos después de cenar. Si lo acepta devora con facilidad, queda demostrado el hecho de que es jóven lector
". Wendell nos cuenta que un ser humano "si es joven, comerá lo que sea, a cualquier hora del día o la noche" para determinar la salubridad del "apetito mental" de un animal humano, pon en sus manos un tratado -mínimamente bien escrito- sobre algún tema popular -un "bollo mental"-. Si lo lee con entusiasmo, interés y toda atención y si, tras la lectura, el lector puede responder preguntas sobre el tema, la mente está en pleno rendimiento. Si lo deja educadamente, o quizá lo manosea algunos minutos y entonces dice: "¡No puedo leer este estúpido libro! ¿Me puedes alcanzar el segundo de El misterioso asesinato?", puedes estar perfectamente seguro de que algo va mal en su digestión mental.
Si este ensayo te ha dado algún consejo útil sobre la importancia de la lectura y te ha hecho ver que no es sólo por obligación, sino también por tu propio interés por lo que debes "leer, anotar, aprender y asimilar"
los buenos libros que caigan en tus manos, se habrá cumplido su propósito.

2 comentarios:

  1. Estaba buscando este escrito desde hacia tiempo, estoy en completo acuerdo con lo que aquí se expresa, gracias por subirlo.

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